31. ¿Qué diablos te hicieron?
Remo dejó ir a Marianné con demasiado esfuerzo, y durante todo el tiempo que estuvo en aquella habitación, trato de contenerse a sí mismo para no perder la cabeza.
— ¿Por qué diablos tardan tanto allí dentro? — preguntó el siciliano en un gruñido bajo a su amigo Marcelo.
— Ya sabes cómo funciona esto, debes ser paciente.
— Y paciencia es lo que ahora mismo no tengo — cuando quiso incorporarse, la puerta de aquella habitación se abrió.
Las tres mujeres salieron una tras otra, con la mirada gacha y las manos cruzadas al frente. Remo alzó en rostro buscando cualquier rastro de Marianné, y cuando la vio, acomodándose con demasiado esfuerzo las tiras de su vestido y limpiándose las lágrimas que manchaban sus mejillas, no lo resistió.
Se incorporó de un salto.
— ¡Remo! ¡Remo! — llamó Marcelo, pero este ni siquiera volteó a mirarlo.
Remo entró a la habitación al mismo tiempo que Marianné alzaba el rostro.
— Remo… — musitó ella, mostrándole una sonrisa que buscaba borrar el dolor en su