Las vacaciones de navidad han llegado y la relación de Becca y Sam parece ir viento en popa: nada ni nadie puede destruir su felicidad a pesar de sus múltiples diferencias a la hora de ver la vida. Sin embargo, como se suele decir, la felicidad es efímera. A vísperas del juicio contra Becca, Sam sigue siendo un enigma para ella y la amenaza de que sus mentiras fragmenten su relación, continua habiendo un abismo entre ellos, sobre todo cuando se trata de amor y nuevas amenazas. Becca sabe que está enamorada de Sam, pero tampoco puede ocultar todo lo que Aiden despierta en su interior, luchando de nuevo contra lo que ama y lo que desea. ¿Cuál de los dos ganará la batalla en el corazón de Becca?
Leer másMe aseguro varias veces de que llevo todo lo necesario en la maleta, además del pasaporte, bolsa de mano, cartera y los billetes, por supuesto. Como marca el reloj son las seis y media de la mañana y con la cosa de que hay que llegar al aeropuerto dos horas antes del vuelo, no he tenido tiempo de dormir nada.
Arrastro la maleta hacia la puerta, pero me cuesta, es como si pesara una tonelada. Cuando salgo a la calle me arrepiento de haberme puesto esta ropa de verano, así que cuando veo el Mini de Alyssa me relajo; no creo que pudiera aguantar así mucho tiempo. Meto la maleta en el maletero y me deslizo en la parte trasera del coche.
Alyssa es la primera en girarse en mi dirección y saludarme con energía. Se da la vuelta y se pone de rodillas sobre el asiento.
—¿Lo llevas todo? —inquiere.
—Pasaporte, maleta, billetes, dinero, mochila de mano... Sí, creo que lo llevo todo —ironizo.
Pongo los ojos en blanco y Amanda se ríe entre dientes. Parece que no soy la única que se ha decantado por un conjunto veraniego para la ocasión, así no me siento tan fuera de lugar. Pongo la mochila sobre el regazo para que no puedan ver el constante temblor de mis piernas y me pongo el cinturón antes de recostar la cabeza sobre el cristal; necesito un café cuanto antes.
Amanda me mira por el retrovisor y frunce el ceño.
—¿Estás bien? —inquiere.
—Eh, sí. Estoy bien, sólo un poco nerviosa —le respondo.
Estoy nerviosa por el viaje, pero estoy aún más nerviosa por Sam. No hemos vuelto hablar desde que él me confesó que estaba enamorado de mí y yo prácticamente le dije que no sentía lo mismo. De verdad soy gilipollas profunda. No debería haber dejado las cosas así, pero le dije que necesito tiempo, y estas navidades son perfectas para pensar.
Sin Aiden, sin Sam, sólo yo y la playa...
Me pregunto que estará haciendo ahora. Seguro que está durmiendo, con su perfecta cara angelical... No, no puedo pensar en eso, no puedo permitirme pensar en eso; me hace daño.
Alyssa intenta incluirme en todas las conversaciones, pero lo que menos me apetece ahora es hablar; estoy demasiado cansada. Me pongo las gafas de sol para intentar hacerme la dormida. Aunque soy incapaz de cerrar el ojo.
Cuando llegamos al aeropuerto O' Hare de Chicago está tan transcurrido como cualquier otro día. No me sorprende que tengas que venir con dos horas de antelación, todo el mundo parece estresado, con maletas de un lado para otro, gritos y los altavoces haciendo aún más ruido.
Amanda se encarga de facturar nuestras maletas, porque yo ahora mismo no estoy al cien por cien. La recepcionista nos devuelve nuestros billetes y nos comunica que ya podemos pasar.
Alyssa me coge del brazo, dirigiéndome por el ajetreo.
—¿Te apetece algo del Duty Free? —me pregunta.
—Café, dos —le respondo, levantando los dedos para darle más consistencia.
Amanda coge a Alyssa del brazo y asiente con la cabeza antes de darme un leve apretón en el brazo para después desaparecer entre la multitud. Me paso las manos por la cara y suspiro con frustración. Después, con un movimiento brusco me descuelgo la mochila del hombro y rebusco entre toda la mierda que he metido el móvil y los auriculares, hurgo hasta el fondo y finalmente los encuentro.
Lo mejor para combatir el tedio de los viajes es la buena música y una gran siesta en el avión. Deshago los nudos de los auriculares y desbloqueo el móvil para ver el estado de la batería: medio muerto.
Suspiro con nostalgia al ver el fondo de pantalla, incluso siento la tentación de largarme y volver para suplicarle que venga conmigo. Pero aún me queda algo de amor propio para no hacerlo y obligarme a caminar hacia la sala de espera.
Me pongo los auriculares y la música comienza a sonar en mis oídos. Selena Gomez: Lover in me. Canturreo la canción por los pasillos, esquivando gente que viene y va. Últimamente me he dado que todas las canciones que escucho y su significado me recuerdan a mi extraña relación con Sam y la situación que atravesamos.
Miro a mi alrededor por instinto, comprobando los asientos libres que hay, deslizo la mirada de uno a otro y me descubro observando a uno por encima de los demás. Nuestras miradas se conectan en una fracción de segundo, provocando que el pecho se me vuelva pesado y el pulso se me acelere; los latidos del corazón amenazan con atravesarme la caja torácica.
No podría estar más atónita y sorprendida.
Me quito los auriculares, sin apartar la mirada de él, de sus ojos bicolores, que me miran con dulzura y la sonrisa que van formando sus labios cuando le devuelvo la sonrisa. Mi cabeza va a mil por hora y sólo quiero avasallarlo a preguntas y saber qué lo ha hecho cambiar de idea o simplemente por qué está aquí, mirándome.
Toda la presión desaparece cuando abre los brazos y esboza una sonrisa tímida. Camino a paso rápido hacia Sam, hasta que prácticamente estoy corriendo y me lanzo en sus brazos, rodeándole la cintura con las piernas mientras lo abrazo más fuerte.
Sam se tambalea un poco hacia atrás por el ímpetu de mi salto, pero recupera el equilibrio y no duda al estrecharme contra su pecho. Hundo la cara en su cuello y me impregno de su olor. Se ríe bajito mientras me acaricia el pelo y suspira.
Necesito preguntarle por qué está aquí o si está enfadado conmigo. Si no lo pregunto ahora tal vez no haga nunca y es posible que todo se vuelva incómodo entre nosotros. Su confesión del otro día me dejó bastante tocada y no quiero que nada cambie.
Respiro profundamente y lo suelto sin rodeos.
—¿Estás enfadado conmigo? —le pregunto con un hilo de voz. Cierro los ojos, preparándome para la peor de sus respuestas, pero sólo se ríe de nuevo.
«¡Se ríe!»
—Claro que no estoy enfadado, muñeca. Sólo estaba confundido por tu respuesta y necesitaba estar solo. —Aparto la cara de su cuello y lo miro a los ojos, buscando algún tipo de reproche o enfado, pero está sereno—. Cuando te dije que de verdad aceptaba sólo tú amistad y los encuentros fortuitos, lo decía de verdad; si eso es lo único que puedo tener lo voy a aceptar —prosigue hablando.
Saber que no está enfadado alivia la presión en mi pecho, pero eso no quita que me sienta mal por él. Lo quiero, pero no puedo arriesgarme hasta que esté completamente segura de adónde nos puede llevar una relación.
Somos un desastre, ser tan distintos es lo mejor que tenemos, pero en otros aspectos somos tan parecidos que siempre chocamos. Y sé que eso no puede acabar bien.
No sé cuánto tiempo pasamos abrazados de este modo tan incómodo, pero no quiero que deje de tocarme, de acariciarme la espalda mientras yo disfruto de su calor.
Lo oigo reírse y yo aparto la cara de su pecho.
—La gente empieza a mirarnos —murmura contra mi sien.
—Entonces mejor nos separamos.
Deshago el agarre de mis piernas, bajándome con suavidad antes de apartarme el pelo de la cara mientras le sonrío como una idiota. Ahora es perfecto. Aunque debería haberme contado que venía con nosotras.
Sam mira por encima de mi hombro y yo sigo su mirada.
—Creo que tenemos compañía —comenta.
—Parece ser que sí —corroboro.
Amanda y Alyssa nos miran con sorpresa, pero puedo distinguir que están fingiendo. Seguro que ellas lo sabían y no me contaron nada, dejaron que me deprimiera yo sola y las muy... no me dijeron nada.
Me doy la vuelta con brusquedad y me cruzo de brazos.
—¿Vosotras sabíais que venía? —inquiero.
—He traído café —dice Alyssa, cambiando de tema. Me tiende un café, sonriéndome con complicidad—. Pues claro que lo sabíamos, tonta: era una sorpresa.
—Yo les dije que no te contaran nada —añade Sam.
Asiento levemente con la cabeza y le doy un sorbo al café. La única que falta por decir algo es Amanda. Es raro que no comente nada y no se meta conmigo por mi cara de palo o lo mordaz que acabo de ser. Vuelvo a mirar a Sam, que está detrás de mí, mirando a su hermana con el ceño fruncido. Está claro que algo le pasa, pero ahora mismo no parece tener muchas ganas de hablar y yo no la voy a obligar a nada.
La mano de Sam está muy cerca de la mía y sin pensármelo dos veces entrelazo mis dedos con los suyos. Dado que nuestras manos están tapadas por nuestros cuerpos y Amanda y Alyssa no nos prestan atención, su dedo comienza a escribir algo sobre el dorso, haciendo que no pueda evitar mirarlo cuando acaba de escribir «Te quiero».
Es un juego infantil, a pensar que no debería haberlo hecho, soy incapaz de decir nada en contra, si esté es único modo que tiene para expresar lo que siente yo no soy nadie para impedirlo.
La voz que indica que los pasajeros con destino a Los Angeles ya pueden pasar a la sala de embarque retumba por toda la sala.
No me puedo creer que por fin esté pasando, y no podría estar en mejor compañía.
Nueve meses después.Cruzo una pierna sobre la otra al mismo tiempo que cruzo los brazos sobre el regazo. La doctora Larsson —aunque suelo llamarla Cass—, apunta en su cuaderno. Me parece demasiado joven como para llamarla «doctora». Sin embargo, creo que por eso me llevo también con ella. Tener una psicóloga con una edad similar a la mía es de mucha ayuda.Cass apunta algo en su cuaderno rojo antes de levantar la vista.—Becca, ya sé que sólo me has contado tu vida a grandes rasgos y lo mejor es un poco pronto, pero me gustaría preguntarte que tipo de relación tienes ahora con Sam —me pregunta mientras golpea el cuaderno con el boli.«Inexistente». Es lo primero que pasa por mi mente, pero no es del todo cierto. Hace tres meses que dio señales de vida reales, aunque sólo sea por cortos mensajes que mante
Intento moverme, pero el cuerpo me pesa mucho más que de costumbre, como si llevara un peso de más encima de mí. Siento la luz bajo los parpados, y quiero abrirlos, pero al mismo tiempo quiero mantenerme en este estado de descanso, en el cual sólo veo oscuridad; dónde sólo estoy yo y mi subconsciente.Mis más pesimistas pensamientos contra mi parte coherente, o al menos lo que aún queda de ella, que ya es casi inexistente. Puedo escuchar todo lo que está a mi alrededor, pero al mismo tiempo todo me irrita.Me gustaría decir que se callaran, pero si hablo lo voy a estropear.—¿No debería estar despierta ya? —pregunta mi madre.—Bueno, eso es relativo, pero sí, ya debería estar despierta —le contesta otra voz que no reconozco—. Date cuenta de que lleva diez días durmiendo sin parar, y seguro que ni siquiera quiere despertarse —le comenta Aiden.Me gustaría darle la razón por eso, pero si hablo todo volverá a la normalidad. Todos me harán preguntas, empeza
Esbozo una sonrisa tímida cuando su mirada se suaviza al escuchar mis palabras. Gracias a Dios, no ha comentado nada sobre mi pequeño desliz, creo que va a dejarlo correr. Le devuelvo la sonrisa y le doy un cachete suave en la frente, pero ni se inmuta, sigue observándome, haciendo que me sienta un poco incómoda por su intensidad.Como si sólo estuviera yo y nada más.—Tienes unos ojos preciosos —murmura. El rubor sube por mis mejillas. Eso me descoloca por completo y él se ríe con suavidad—. El verde zafiro se acaba de convertir en mi color favorito.—Me gusta que te guste —le contesto con una amplia sonrisa.Nunca deja de sorprenderme, y eso es lo que más me gusta. Siempre tiene algo bueno que decirme y no le cuesta expresarlo, cuando yo, en cambio, no puedo decirle que me encantan sus ojos porque me da vergüenza.—Deberíamos vestirnos —musito.La verdad es que no quiero salir de aquí nunca, me gustaría quedarme así todos los días. Estar entre s
SamTal vez hayan pasado semanas, quizá meses, pero es como si hubieran pasado siglos desde la última vez que la vi. Sólo en mis pesadillas parezco recordar el tacto de su piel, esa mezcla entre vainilla y cigarrillo que es su olor, y me caló tan hondo que hasta podría asegurar que sigo oliendo a ella.Últimamente he vivido como en una especie de burbuja, donde lo único que quiero es gritar, pero desconoces las razones. Creo que sólo borracho puedo decir su nombre sin que suene como el mayor de los pecados...Lo quería todo con ella, pero supongo que no compartíamos las mismas ideas; nunca lo hemos hecho y jamás lo haremos. Sabía cuál sería el precio que pagaría por al menos intentar, que, por una puta vez en mi vida, algo me saliera bien, pero no llegué a medir que dolería tanto.El hecho de que me perd&i
Cuatro meses después.Siempre me había sentido vacía, como si no tuviera nada que ofrecer, como si no tuviera ninguna labor en este mundo. Pero me he dado cuenta de que me equivocaba, porque fui, y aún soy capaz de amar a alguien que no sea yo misma. Y ahora puedo sentir el dolor de que te abandonen.En el fondo, creo que esa oscuridad oprimiendo mi pecho es lo único que me separa de la muerte y la vida.Porque es como si estuviera muerta en vida.Ni siquiera soy capaz de cerrar los ojos por más de dos segundos y no recordar el modo en que me abandonó. No puedo dormir por las noches sin acabar desgañitándome, pidiendo que no me deje otra vez.Me dejó con una mentira más, demasiadas mentiras insoportables, se reproducen una y otra vez en mi cabeza; como una de mis canciones favoritas, de esas que solía escuchar hasta que las sab&iac
Me revuelvo en la cama con dificultad, intentando ocultarme del resplandeciente sol que entra a raudales por la habitación. Estiro las piernas en la cama y vuelvo a voltearme, pero me percato que me falta algo. Aunque no me doy cuenta hasta que palmeo el colchón con ambas manos en busca de Sam, pero con escasos resultados, dado que no está.Al instante, abro los ojos y me incorporo en la cama con demasiada brusquedad, lo que hace que me maree un poco a causa de la rapidez del movimiento.Mi mirada se dirige al instante a la mesilla de noches, esperando encontrarme una nota, pero no hay nada en absoluto. Agudizo el oído y me detengo para saber si está en la ducha, pero no hay ruido de agua, aunque su ropa tampoco está en el suelo.Los nervios comienzan a apoderarse de mí cuando no hay ningún atisbo de su presencia. Tomo aire por la nariz e intento calmarme. Sé que Sam nunca se marcharía sin des
Último capítulo