61. LAS ARTIMAÑAS DE LA CUÑADA
Capítulo sesenta y uno: Las artimañas de la cuñada
La tarde había transcurrido rápidamente, cargada de emociones y se había reservado lo mejor para el final. Para Teresa era casi un sueño hecho realidad, poder llevarse a Angelo a casa después de tantos tropiezos.
Al llegar a la villa fueron recibidos por los mellizos que esperaban con ansias el regreso de su padre, al que extrañaban muchísimo, iban acompañados de Gina y como siempre revolotearon por algunos minutos a su alrededor y luego salieron corriendo hacia el parquecito. Ermini por su parte había preparado unos pastelitos con jugo de naranja, el preferido del italiano para la merienda, que sirvió con amabilidad a los recién llegados. Más tarde Angelo se retiró a descansar como había ordenado el doctor, mientras que Teresa y Giulio entablaron conversación.
—¿Qué te pareció la visita de mi Prima, Tessa? —preguntó Giulio.
—No entiendo qué fue lo que la trajo aquí. ¿Cómo se le ocurrió que podría reconquistar a Angelo después de tan