Tranquilidad.

Eduardo.

Mi corazón había vuelto a latir con total tranquilidad. Mis rodillas seguían temblando y lo hacían cada vez más con cada paso que daba acercándome al apartamento.

Al llegar, había dos agentes en la sala conversando con el hombre que había visto cerca a Dahiana en la pantalla. Sentí impulso de cogerlo a golpe, pero me contuve y seguí a la habitación.

—Dahiana—dije al verla.

Ella se encontraba sentada en la cama, aún desnuda, con su cuerpo cubierto por una sábana.

Una mujer de policía conversaba con ella y tomaba notas en una libreta.

Sin importar que estuviera interrumpiendo, me acerqué y la abracé.

Tenerla de nuevo en mis brazos era lo mejor, había tenido tanto miedo, pero por suerte todo había salido bien.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté.

—Lo estoy —me contestó.

Olvidando la presencia de la otra mujer, la besé.

—Nosotros los dejamos, por favor, mañana vayan a la estación para formalizar la denuncia —dijo la mujer.

Pero la verdad era que no le dimos importancia a lo que de
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