Domíname.
Eduardo.
Había esperado tanto para verla, tanto para sentirla, está feliz, pues, por fin, podía salir con ella y tomarla de la mano, sin temor.
Todo iba tan bien, hasta que volvió del baño. Algo había pasado y debía averiguarlo.
Así que de frente pedí que me hablara, ella estaba renuente a hacerlo, pero al final conseguí que lo hiciera.
—Dahiana, ¿qué te dijo?—pregunté ya preocupado.
Georgina fue uno de mis amantes años atrás; en esa época aún estaba descubriendo mi gusto por la dominación.
Ella fue la primera mujer con la que experimenté algo parecido, pero ella deseaba algo más que no podía darle y era una relación estable, por lo que decidí alejarme. Ella al principio estaba molesta y me buscaba, pero con el tiempo solo aceptó mi decisión.
Así que solo conversábamos de vez en cuando, coincidíamos en alguna reunión o evento.
—No fue algo que dijo, sino algo que vi y no debía, ahora sé que no debía—dijo.
—Linda, por favor—le pedí.
—Ella tiene un teléfono igual al que me diste, en él