Alex se pasea de un lado a otro con la cabeza gacha, claramente frustrado por acceder a hacer lo que ella le pide. Se pasa una mano por el pelo, mostrando su irritación.
– Bien, entonces iremos a Nueva York y, cuando volvamos, puedes llamarlos aquí y yo haré lo que tú quieras. – Alex apenas puede creer lo que está haciendo. Odia no poder decirle que no, incluso cuando se trata de cosas absurdas.
– No voy a ir, Alex. Acepta que no puedo hacerlo. Tengo compromisos que cumplir, ¡y no puedo abandonarlos porque tú quieras!
– Vas a ir, Rebecca, aunque tenga que arrastrarte hasta allí. ¿Comprendes? Deja de actuar así y obedece. Ya has conseguido todo lo que querías. Te vienes conmigo. – Le dice alzando la voz. – Y ahora mismo, no vamos a negociar. Estoy cansado de ello.
– ¿Y lo que yo quiera no importa?
– No importa si no puedes comportarte como una adulta. Serás tratado como una niña y harás lo que yo diga. – Dice, con firmeza y visiblemente irritado.
– ¿Sabes qué, Alex? Esto es lo que quie