En la mañana siguiente, Rebecca despierta con un desayuno sustancioso. Se estira en la cama, encontrándose con la mirada afectuosa de Alex.
– Buenos días, perezosa. – Saluda Alex, depositando un beso cariñoso en su frente. – ¿Cómo estás?
– Siempre estoy bien a tu lado. ¿Causé muchos problemas anoche?
– En realidad, casi nada, solo me pediste que te diera un hijo. – Responde con seriedad, provocando una reacción sorprendida en Rebecca, que se atraganta con el jugo, iniciando una breve tos. Alex sonríe y le ofrece una servilleta.
– ¿Me estás tomando el pelo, verdad? – Pregunta, aún incrédula.
– Créelo o no, pediste que me entregara a ti y te regalara un hijo. – Responde entre risas.
– Juro que no volveré a tocar alcohol. – Asegura, llevando el jugo a sus labios.
– Eso es como yo prometer que nunca más te tocaré, completamente irreal. – Rebate, observándola saborear el café.
– Alex, ¿puedo pedirte un favor? – Pregunta, con la voz envolvente.
– Eso depende de lo que estés planeando. – Res