A lo largo del día, Alex se sumergió profundamente en la compañía de sus hijos, irradiando alegría y felicidad en cada acción, desde alimentarlos hasta cuidar de su higiene y arrullarlos para el sueño. Cada pequeño gesto desencadenó una avalancha de emociones indescriptibles y en esos preciosos momentos con sus hijos, todas sus angustias y problemas parecían desvanecerse. Cuando finalmente los gemelos se durmieron, Alex se reunió con André y Samantha en la sala de estar para compartir un café.
– ¿Cómo se las arregla Rebecca con todo esto? – Pregunta Alex mientras toma asiento a la mesa.
– Ella se asegura de visitarnos con regularidad, al menos cinco veces por semana. Su rutina es agotadora, ya que viene directamente del trabajo y parte temprano en la mañana. Nos mudamos a Nueva York para facilitar las cosas para ella. De hecho, no había pasado una hora desde que se fue cuando llegaste. – Samantha responde con una sonrisa llena de cariño.
– Lo sé, ¿quién crees que me trajo hasta aquí?