Capítulo 3 (tercera parte).

OLIVIA

Me vestí, me arreglé, me maquillé y perfumé. Salí de casa a la hora indicada para poder llegar a tiempo. Me encontraba demasiado emocionada —como nunca antes— por ese encuentro con Carlos. Tanta fue mi agitación, que olvidé por completo llamar al restaurante y reservar una mesa.

En mi camino a casa desde el trabajo, estuve imaginando la idea de reservar una de las mesas más alejadas y privadas del sitio. Deseaba regresar al disfrute que él me provocó la vez que nos conocimos, donde me envolvió con su cuerpo, con sus manos y su psiquis en pleno restaurante, casi delante de todos. Deseaba de nuevo vivir el riesgo de poder ser vistos, aunque nos escondiésemos.

Deseaba tantas cosas… El picor, la sensación que provocaban sus adulaciones en el fragmentado panorama de peligro, esa visión lúgubre, ese delicioso nerviosismo. Lo cierto es que lo deseaba a él en La Napolitana, porque ya el lugar había sido bautizado por nuestras maneras de vivirnos.

Sin embargo, al final, tanta bruma
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