Punto de vista de Mateo
El café era lo único que me mantenía con vida esta mañana. Estaba amargo, abrasador, pero era perfecto, ya que era lo único que me mantenía con los pies en la tierra.
Con una carpeta en la mano, estaba sentado en el tranquilo refugio de mi oficina. El suave zumbido del aire acondicionado y los rítmicos clics del teclado eran la única banda sonora que necesitaba.
Por una vez, había paz, sin política familiar, sin presión, sin Luis presionándome como un villano mal escrito.
Esa paz se hizo añicos en el momento en que la puerta se abrió de golpe con tanta fuerza que golpeó la pared en señal de protesta.
Apretando la carpeta con más fuerza, dejé escapar una mueca de dolor. No necesité levantar la vista para saber quién era.
Solo una persona en este edificio carecía de los modales o el coraje de llamar antes de entrar en mi espacio.
Y esa persona no era otra que Luis.
Apoyándome en mi asiento, exhalé lentamente por la nariz.
Con la mirada fija en la hoja de cálculo