Punto de vista de Luis
El aire de la mañana se sentía más pesado de lo habitual mientras me preparaba para ir a trabajar, rozando nerviosamente el portátil con la mano.
Debería haber estado tranquila. Después de todo, iba a ver a Julio para calmar las cosas y disculparme.
Pero en cambio, una tormenta de irritación e inquietud me revolvía el pecho.
La discusión de la noche anterior todavía me carcomía, un eco persistente de frustración y arrepentimiento que aún no había logrado calmar.
Al salir de mi habitación, respiré hondo, intentando calmar el nerviosismo, pero entonces vi a Mateo salir de la suya.
Sus movimientos eran silenciosos, eficientes y mesurados, siempre mesurados.
Mateo podía deslizarse por el mundo sin que nadie lo notara, y aun así, de alguna manera, siempre dejaba huella.
Y esta mañana, precisamente esa mañana, verlo salir de la habitación de Julio me golpeó como una ráfaga de frío.
La mirada de Mateo no se detuvo; ni siquiera me reconoció, y eso me enfureció aún más.