Punto de vista de Julio
Al principio, la oscuridad lo engulló todo. Era densa, pesada, como si estuviera atrapado bajo el agua.
Entonces, algo agudo me sacó de mis pensamientos; un pitido, un ritmo constante de uno-dos.
Intentando recordar mi último recuerdo, abrí los ojos lentamente, parpadeando mientras una luz blanca me lastimaba las pupilas.
Por un segundo, no supe dónde estaba.
El techo sobre mí no era mío, el aire no era mío y el dolor sordo que me recorría todo el cuerpo definitivamente no era mío.
Sentí un vuelco en el corazón.
Aterrada, jadeé y me incorporé de golpe, porque me dolían las costillas y me palpitaba la cabeza mientras la habitación daba vueltas como si alguien hubiera agarrado las paredes y las hubiera retorcido.
El pánico se desató dentro de mí como un incendio forestal. No podía respirar, tampoco podía pensar.
«¿D… dónde… qué…?» Intenté comprender mi entorno, pero mi voz se quebró.
El pánico se disparó tan rápido que me arrancó un sonido desgarrador. Un grito