Casualidad

Me encaminé al hospital con una rara sensación de culpa en el pecho. ¿Es acaso porque no fui a visitarlo los últimos dos días? es ridículo. Aunque se haya distraído conmigo al cruzar la calle, no es lo mismo a que yo lo haya atropellado, por ejemplo. Sin avisar en recepción, (ya me conocían) subí por el ascensor hasta su habitación. Abrí la puerta despacio pidiendo permiso, y casi choco contra un hombre alto.

—Perdón... —dije, levantando la cabeza. Su sonrisa se formó apenas me vio. Era Ryan. Con ropa de calle y de pie frente a mí. Aún tenía la venda cruzando su frente, pero el color de su rostro había vuelto a un dorado perfecto.

—Hola Emma.

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