KIERAN:
Al salir al otro lado, nos encontramos rodeados por los lobos del norte. El Alfa Aleph se lanzó por sorpresa sobre mí y me provocó una gran herida en el pecho con sus garras, una herida que me hizo aullar de dolor. Atka, con todo su control, lo atrapó por el cuello y, con un movimiento de sus fauces, lo eliminó. Todos mis lobos me rodearon para dar tiempo a que mis heridas sanaran, pero algo no iba bien.
—Creo que las garras de Aleph estaban impregnadas con algún veneno que no me deja curar como siempre —le dije a mi Beta, Fenris, quien me cubría con su cuerpo, mientras Rafe hacía que los enemigos se retiraran. Apreté mi pecho, olvidando que todo ese dolor lo sentía mi Luna—. ¿Qué sugieres?Pero antes de que pudiera moverme, mi primo Gael apareció repentinamente y me inyectó algo que hizo que mis heridas sanaran a la velocidad habitual.&m