CLARIS:

Envuelta en los brazos y caricias de Kieran, me sentía en el cielo. En mi mente, solo hacía unos días que lo conocía y, sin embargo, me estaba entregando a él como si lo hubiera hecho desde siempre. Y no solo eso, sentía que lo amaba con todo mi corazón, y se lo dije.  

—Te amo, Kieran —dije, clara y fuerte. Y lo sentía realmente, aunque no lo comprendiera. Entonces me invadió el temor. Nunca antes había estado íntimamente con un hombre, mucho menos con un hombre lobo. —Kieran…  

—Dime, mi Luna —contestó sin dejar de besarme, encima de mí, en el otro camarote al que me había llevado, no el de los niños. —No haremos nada que no quieras.  

—No es eso. Quiero…, es que…, todo es muy confuso. Tengo dos hijos que no recuerdo, y estoy embarazada de otro. Pero yo…, ¡nu