KIERAN:

 El aire se espesó a mi alrededor, cargado del peso de una decisión que no podía tomar. Mis garras se clavaron en la tierra, sintiendo el pulso del poder místico que hervía bajo mi piel, listo para ser liberado.  

 —No tengas miedo, mi Alfa —susurró Fenris a mi lado, su voz un eco de lealtad inquebrantable—. Tú siempre supiste distinguir la verdad de la mentira.  

 La figura que llevaba el rostro de mi Luna extendió una mano hacia mí, sus dedos alargados como garras teñidas de carmesí.  

 —¿Dudas de mí, Kieran? —preguntó, y por un instante, su voz sonó exactamente como la de Claris, con ese tono suave que me hacía perder el aliento—. Después de todo lo que hemos compartido...  

 —¡Maldición! —rugió Rafe desde los control