Mundo ficciónIniciar sesiónSetenta y dos horas. Tres días que se sentían como tres años.
Camila había perdido la noción del tiempo en algún punto del segundo día. Las horas se fusionaban en un ciclo interminable de pitidos de monitores, visitas de enfermeras que verificaban signos vitales, y el siseo constante del respirador que mantenía a Alejandro vivo.
La silla junto a su cama se había convertido en el universo completo de Camila. Era de vinilo verde, diseñada para ser funcional en lugar de cómoda, y después de horas sentada en ella, cada músculo de su cuerpo protestaba. Pero no podía irse. No podía abandonarlo, no cuando había pasado tantos meses sintiéndose abandonada por él.
Las enfermeras habían intentado convencerla de ir a casa, al menos a ducharse. Marcus había ofrecido quedarse en su lugar, prometiendo llamarla inmediatamente si habí







