Para un mafioso con el carácter de Nathan, era demasiado para tolerarlo, por menos que eso había matado a muchos
El entrajado hombre cambió la expresión a una que solo tenía cuando iba a ajustar cuentas
— ¡Ustedes son unos ordinarios, quiero que los echen como perros!
El señor Prameto no supo en que momento le comenzaron a llover puñetazos, pero duros puñetazos, cada uno llevaba una fuerza impresionante
Nathan lo golpeó en el estómago sacándole el aire, Prameto se dobló pero el mafioso de un rodillazo le rompió la nariz, le rompió la boca, le abrió una ceja, lo arrastró a patadas, estaba lavando su honra, no le iba a pasar esa gran ofensa
De pronto en la sala se escuchó
— !Dale, papá, que sepa que con un Castrioli no debe meterse, defiende nuestro honor! — el pequeño Eleazar lejos de asustarse, azuzaba a su padre para que le diera duro a ese hombre que le había faltado al respeto a su apellido, era un niño muy valiente
Al terminar, el mafioso se acomodó el cabello con la mano, se acer