Muevo mi pie una y otra vez mientras que espero que Haizea baje al salón, y debo decir que estoy extremadamente nervioso. No es fácil asumir que volveré a ver a esa mujer y que en esa ocasión será junto con quien para todos es mi amada esposa. Consulto el reloj una vez más, y cuando estoy a punto de decirle que se dé prisa, siento el sonido de sus tacones en los escalones.
Levanto mi mirada y la imagen que aparece frente me deja sin aliento.
—¡Guau! —es lo único que sale de mi boca. El vestido largo color negro le queda increíblemente bien, y ni hablar de la forma que se dibuja a su figura, o de ese pronunciado escote diseñado para robar miradas.
—Querías una esposa que se viera elegante y sexy, ¿no? —me pregunta recordando las palabras que le dije antes de que nos fuéramos a cambiar.
Le ofrezco mi mano para que termine de bajar el último peldaño y sonrió sin dejar de mirarla a los ojos.
—Lorena odia que en las fiestas haya mujeres más hermosas que ella —le confieso y Haizea me mira s