Inicio / Romance / EL JUEGO DEL ENGAÑO / El enemigo entre nosotros
El enemigo entre nosotros

Desconfiar de Adrián era sencillo. Bastaba con mirar las pruebas, las amenazas, los silencios prolongados que dejaba en los vacíos legales.

Pero desconfiar de los tuyos… eso era otra historia.

**

Durante los días siguientes, mantuve mi rutina casi intacta. Asistí al bufete, firmé documentos sin peso real, respondí correos con cautela. Mi rostro era el de siempre, pero por dentro sentía que caminaba entre minas.

Daniel y yo nos veíamos cada dos noches. Íbamos armando la red, buscando socios entre periodistas y filtradores silenciosos. Empezábamos a tener piezas.

Una de esas noches, mientras organizábamos documentos falsificados que planeábamos hacer públicos, Daniel se detuvo repentinamente.

—¿Quién más tiene acceso a estos archivos desde tu entorno?

Lo miré, confundida.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque alguien filtró parte de esta información a uno de los contactos que tengo dentro del Ministerio Público. Alguien avisó que estamos investigando a Adrián. La fiscal que me ayuda recibió un correo anónimo… con detalles demasiado precisos.

El corazón me dio un vuelco.

—¿Crees que nos están vigilando?

—Creo que hay alguien de tu lado que no está realmente contigo.

**

Esa noche no dormí.

Revisé mentalmente a cada persona en mi entorno. Mis colegas en el bufete. Mis asistentes. Mi prima Camila, que compartía conmigo el departamento desde hacía dos años. Mis amigas de la universidad, con las que a veces hablaba por videollamada. Incluso mis padres, aunque casi no hablaba con ellos desde hacía meses.

¿Quién tenía acceso a mi vida?

A mi portátil.

A mis archivos.

A mí.

**

Al día siguiente llegué temprano a casa. Camila estaba en la cocina, sentada frente al portátil. Cerró la pantalla apenas me vio entrar.

Demasiado rápido.

—Hola —me dijo con una sonrisa forzada—. No te esperaba tan pronto.

—El juicio se suspendió —respondí, mientras dejaba las llaves en el cuenco de entrada.

Me acerqué lentamente. El café humeaba en su taza, intacto. La pantalla de su laptop tenía la típica barra de búsqueda abierta, pero noté algo: en la pestaña anterior había estado navegando una dirección encriptada. Reconocí el dominio. Era uno de los que Daniel y yo habíamos usado.

—¿Qué hacías? —pregunté con un tono que sonó más frío de lo que quería.

—Solo… tonterías. Curiosidad. ¿Te pasa algo?

—No. Nada.

Mentí con la misma frialdad que ella usaba para esconder la verdad.

**

Esa noche cité a Daniel en un café cerca del centro, bajo la excusa de entregarle una carpeta impresa.

—Creo que tengo una sospechosa —le dije en voz baja—. Mi prima. Vive conmigo. Es lista. Tiene acceso a mi ordenador. A mis movimientos. Y ahora descubrí que visitó uno de nuestros dominios.

Daniel me miró en silencio.

—¿Crees que lo hace por voluntad propia?

—Eso es lo que no sé. Tal vez la amenazaron. O… le ofrecieron algo.

—Podemos comprobarlo.

—¿Cómo?

—La próxima vez que accedas a documentos sensibles, déjala sola un rato. Y coloca un rastreador en el archivo. Si lo abre, sabremos desde qué dispositivo. Si lo reenvía, sabremos a quién.

Tragué saliva.

—¿Y si lo confirma?

—Entonces tenemos una traidora en tu casa.

**

Hice lo que me dijo.

Coloqué un documento falso en una carpeta aparentemente privada, pero no tan difícil de encontrar. Salí esa tarde “al supermercado” y volví una hora después.

Mi portátil había sido movido. Sutilmente, apenas un centímetro. Pero yo lo noté.

Daniel me llamó dos horas más tarde.

—Se abrió el documento. Desde una IP vinculada a tu red doméstica. Fue reenviado a un correo encriptado con dominio ruso. Ese tipo de encriptación no lo usa cualquiera, Valeria.

—Entonces es real.

—Camila… está trabajando para Adrián. O al menos, vendiéndole información.

Me quedé en silencio, sintiendo cómo una parte de mí se partía en dos.

Camila. Mi prima. Mi hermana de crianza. Esa que me cuidó cuando estuve en el hospital. Que me abrazó tras mi ruptura más dura.

—No le digas nada aún —dije, con voz quebrada—. Quiero entender hasta dónde llega.

—¿Estás segura?

—Sí. Pero vamos a seguir la pista. Cada archivo. Cada mensaje. Quiero saber si habla con él directamente… o si hay más.

—¿Y si te pone en peligro?

—Entonces sabré con quién estoy conviviendo realmente.

**

Las siguientes noches fueron una obra teatral. Sonrisas falsas. Cenas compartidas. Conversaciones sobre series. Camila me contaba sobre su trabajo en una ONG. Yo fingía interés, y ella fingía no saber que yo ya sabía.

Pero algo cambió en mí.

Mi rabia ya no estaba dirigida solo a Adrián.

Ahora se había vuelto personal.

**

Una noche, entré a su habitación cuando ella dormía. Revisé su portátil. Encontré una carpeta escondida, disfrazada de trabajo académico. Dentro, una serie de capturas de mis reuniones, documentos que yo creía haber eliminado, y una nota escrita a mano escaneada:

"Ella está cooperando con el periodista. Confirmado. Está asustada, pero decidida."

Firmado: C.

Tuve que sentarme para no desmayarme.

Camila no solo me traicionaba.

Me estaba vendiendo como un producto. Como una ficha más en el juego de Adrián.

**

Volví a mi cuarto, cerré la puerta… y lloré.

Pero no de tristeza.

De furia.

De determinación.

**

Esa noche, envié un mensaje a Daniel:

“Ya no hay vuelta atrás. Preparemos la caída. Y que le duela.”

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP