Ambos guardias dirigen entonces su mirada hacia Nadia, esperando que ella intervenga, pues saben que es la única persona a la que Camelia escucha sin protestar. Sin embargo, Nadia simplemente se encoge de hombros, impotente, como diciendo que no hay mucho más que pueda hacer.
Israel suspira y avanza unos pasos hasta quedar frente a Camelia, quien lo mira con resignación antes de dejar caer los hombros. Después de un momento, parece prepararse para escucharlo, aunque sea a regañadientes. —Señora, por el modo en que se está comportando, parece que volvió a ser la Camelia de antes de conocer al señor Ariel. Por eso todos queremos que reaccione —dijo Israel con determinación mientras conseguía que lo mirara, y con un tono de cariño añadió—: ¿Para qué la entrenamos tanto si a la primera se esconde en su casa? ¡Usted no