216. EL ROBO EN LA HACIENDA
Al ver que la noche avanzaba y Camilo no regresaba, la nueva sirvienta, pues sus amigos ese día habían tenido que viajar a ver a sus padres muy enfermos, se acercó a Lirio.
—Señora, es mejor que se acueste —le dijo—, el señor quizás no venga hoy.
La señora Lirio aceptó; había bebido unas copas de vino, por lo que avanzaba despacio en su silla de ruedas hasta el cuarto de su pequeña hija dormida y siguió para el suyo. Se acostó feliz y triste a la vez. ¿Cómo reaccionaría Camilo? Se preguntaba mientras se quedaba profundamente dormida. El roce suave de su hija la hizo darse cuenta de que se había acostado con ella.
Abrió los ojos; eran las tres de la mañana cuando el sonido de algo que se caía y rompía llegó a sus oídos. Quiso salir, pero la sirvienta había colocado muy lejos la silla.
—Clavel, Clavel —llamó desesperada a su hija—, despiértate, hija.
—Dime, mamá —reaccionó la niña enseguida.
—Rápido, trae mi silla y el arma que está en el closet. Escóndete después ahí, no salgas pase lo