Es tanto la rabia, la impotencia, la furia y el dolor que experimenta Marlon que casi es un gruñido amenazante lo que sale de su boca, con una promesa de venganza:
—Juro por Dios que encontraré al responsable. Ese maldito pueblo pagará por esto. ¡Lo juro por la sangre de mi hermano! Que recen porque no le pase nada a Ari, porque ni el infierno será un lugar agradable para ellos.—¡Marlon! —exclaman Aurora y su esposa Marcia. La explosión de Marlon sacude a todos como una onda expansiva. El hombre de hielo, el que siempre mantiene la compostura, ahora está irreconocible, con las facciones desfiguradas por una furia primitiva y los ojos inyectados en sangre. El peso del fracaso lo aplasta, destrozando la promesa que se hizo años atrás de nunca más permitir que lastimaran a su hermano pequeño. A un lado, Ismael es una tormenta contenida. Los nudillos