Salomé se rio al ver la reacción de sus hijas.
—¡Líbreme Dios! Pobres novios y esposos con unas mujeres tan celosas como las hijas mías. Definitivamente, lo que se hereda no se hurta —pronunció con un suspiro.
—Mamá, nuestro abuelo Graymond jamás tendrá a alguien más, porque si eso pasa —dijo Fabi