Conrado siguió acariciándola, mientras dos de sus dedos entraban y salían de su cuerpo, produciéndole una inmensa cantidad de placer. Ella tembló de deseo y las sensaciones se hicieron cada vez más intensas en ella.
—¿Vas a parar? —preguntó Salomé entre jadeos, no sabía si podía aguantar mucho más