Conrado cargó a Salomé en brazos mientras sostenía a su hija en la otra mano.
—¡Maldición! —exclamó, y su expresión hizo saltar a la niña, quien volvió a llorar y se aferró a él con fuerza, aún asustada por lo sucedido.
Conrado la abrazó y le susurró palabras tranquilizadoras.
—Tranquila pequeña