—Me despido de usted señor, debo conversar seriamente con la señora Hill.
—Tenga mucho cuidado, porque le puede emparejar la otra mejilla —dijo en forma de chiste y Conrado gruñó.
Salió de allí dispuesto a alcanzar a la mujer, cuando salió sus dos hombres estaban en la puerta.
—¿Dónde está?
—¿Quién