TREINTA Y DOS

...

William se apartó como repelido por una fuerza externa y el pánico apareció en sus ojos negros.

May lo contempló a él y a la puerta sin saber muy bien qué hacer. Al final, le indicó que guardara silencio, algo redundante porque William no había emitido ningún sonido, y fue hasta la puerta para mirar por el pequeño orificio. Sus amigas aguardaban del otro lado, Evie moviendo el pie impacientemente y Carol ajustándose un poco la corta falda que de seguro había sido idea de Evie.

Por primera vez, May no estuvo feliz de verlas.

El timbre sonó de nuevo. Luego, le siguió la voz de Evie, efusiva como era.

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