Unas trillizas para los niños Ivanov.
Tres miradas azules tenía Isabella fijas en ella. Sus hijos querían saber por qué amaba a su padre.
No podía decirles lo bien que besaba y lo seductor que era en la cama. Tampoco podía decirles que la volvía loca con sus ardientes caricias.
— Lo amo a Sergey porque es un hombre maravilloso. Me hace muy feliz. Además me puso tres hermosos bebés en el vientre.
Los niños escuchaban la respuesta muy satisfechos. En todo lo que su mami decía, ella se sentía dichosa de tenerlos. Sus sonrisas lo decían todo.
— Ya va, ya va. Adoran a su padre. Contra eso no puedo hacer nada.
En menos de nada el pequeño Aleksey ya se había ido a sentar junto a Fiorela.
— Hola, soy Aleksey. Eres muy linda, pero como tú eres mayor para mí. Puedes tener pronto una hija para que sea mi novia cuando crezca.
— ¿Quieres una novia, chiquitín?
— Si, pero que sea igual de linda que tú, con esos ojos tan grandes y marrones.
— Bueno... Pues... Trataré de escribirle pronto a la cigüeña. En una de es