— ¡No te puedo creer que dormiste en casa de Isabella, eres un adelantado, Sergey! — Apolo apenas podía creer lo que su amigo le contaba.
— Prácticamente me metí a la fuerza, Isabella no me quiere cerca, me lo dijo todas las veces que pudo, ella está... tan diferente.
— Pues si, ya no cae rendida a tus pies como estabas acostumbrado.
A Sergey no le gustó el comentario, sobre todo por qué era verdad, Isabella ya no caía en sus encantos como antes, y él la deseaba igual o mucho más que antes.
— Si no es por qué Alexandro enfermó no me habría dejado entrar a su mansión, el trillizo me llamaba entre su fiebre y su dolor y a Isabella no le quedó más remedio que dejarme quedar por el bien del niño.
— Alexandro es el más pequeño de los trillizos Aleksey es el de en medio y el huraño Alexander es el mayor, el pequeño Alexander es el bebé de la familia.
El hombre escuchaba atento, las personalidades de los trillizos eran muy diferentes a pesar de ser casi idénticos.
— Él es qui