Andrés y Mariana llegaron al hospital a toda prisa. Ella se bajó del auto sin esperar a que él estacionara, con las lágrimas nublando su visión y un temblor incontrolable en sus manos, sentía miedo por lo que le haya pasado a Nicolás.
—Mariana, espera —gritó Andrés al verla correr hacia la entrada del hospital.
Pero ella no podía detenerse. Su corazón latía con fuerza, sintiendo una angustia sofocante que le impedía respirar con normalidad. Andrés corrió tras ella y, al alcanzarla, la sujetó por los hombros con firmeza, obligándola a mirarlo.
—Tienes que calmarte —susurró, mirándola a los ojos, tratando de transmitirle seguridad.
Mariana negó con la cabeza. ¿Cómo podía calmarse cuando la vida de su hijo pendía de un hilo? Un sollozo escapó de su pecho, y Andrés, sin pensarlo dos veces, la abrazó con fuerza.
—Vamos juntos —dijo él con voz serena—. No estás sola en estos momentos..
Mariana dejó que Andrés la guiara hasta la recepción. Su cuerpo temblaba, y su mente no podía dejar de ima