21. LARA

Norte de Bélgica

 Los rostros se mantuvieron asombrados y los cuerpos inmóviles mientras el silencio se extendía entre ellos como una amenaza. El único sonido que podía escucharse era el de la cola de la tigresa, que cortaba el aire como invitándolos a atacar; ero la estupefacción, más que la prudencia, impedía a los cazadores hacer cualquier movimiento arriesgado.

No tenían palabras para describir la escena que se acababa de desarrollar ante sus ojos. Lara había dejado de ser Lara para convertirse en una criatura que ni siquiera Dominic podía reconocer. Blanca y roja, hielo y fuego en un mismo animal que a diferencia de los tigres blancos, no imitaba con fidelidad las características de ningún felino.

Mirándola a los ojos Dominic comprendió.

“Tal vez todos estemos muertos, como dijo Lía&hel

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