No me di cuenta de en qué momento me quedé dormida. No paramos de hacer el amor hasta que nuestros cuerpos no respondieron más y caímos rendidos.
Desperté sobre el pecho de Dante, él estaba profundamente dormido y aun así, rodeaba de manera fuerte mi cuerpo con sus brazos. Me detuve a observar su rostro que, aunque apacible, irradiaba fuerza. La línea de su mandíbula, su nariz puntiaguda, los pómulos bien marcados, sus espesas pestañas y unas cejas gruesas y pobladas.
Apenas y podía creer que este hombre era el mismo chiquillo flacucho que me defendía en la secundaria, en aquel entonces no tenía tantos músculos como ahora, pero la fuerza y el temple le sobraban.
Me había entregado a Dante, mi mejor amigo de secundaria. Lo disfruté, sin duda había sido la mejor experiencia de toda mi vida y no me arrepentía en lo absol