— ¡Buen día, Elle! — Saludó mi hermano asomando la cabeza por la puerta de mi oficina.
— ¡Hola, Troy!, pasa… — dije desde mi escritorio.
— Te llamé ayer varias veces, no respondiste… — jugaba con sus dedos, estaba nervioso.
Lo miré con una ceja alzada — ¿no te imaginas por qué? — lo ideal sería que se disculpara y no que me reprochara por dónde había estado.
— Oye, Elle, sé que mi arrebato de ayer estuvo mal, pero eres mi hermana… no puedes pedirme que no te defienda de alimañas como Martín — habló aceleradamente.
— Estuviste muy lejos de defenderme, Troy — señalé — Ma