El poderoso mafioso había caído en combate, valiente hasta el final, se encontraba herido, sentía como sus carnes ardían y dolían, quiso ponerse de pie pero no pudo, las fuerzas no le daban, en sus pensamientos solo estaban su pequeño hijo y su esposa
— E...Emill.... Alejandra.... — Susurró antes de caer una inconsciencia tan oscura como las almas de los mafiosos como él
— A la habitación en dónde se resguardaban la rubia y el niño, llegó el grupo armado, ellos sostenían bruscamente del brazo a Emill, eran asesino, no tendrían compasión ni siquiera por un niño
— Sueltenlo, déjenlo ir, ¿que no ven que es solo un niño pequeño? ¿qué clase de seres humanos son ustedes? — Alejandra logró arrebatarlo de las manos de esos hombres, madre e hijo se abrazaron
— ¡Tenemos la orden de llevarla con nosotros, puede ser por su propia voluntad o por las malas, decida, Pero hágalo pronto que no tenemos tiempo para perder!
— Yo... me iré, pero con la condición de que van a dejar vivir a mi