Elizabeth es liberada.
El vampiro no podía creer lo que estaba escuchando, sabía que el Alfa quería de vuelta a la bella ojiazul porque llevaba en el vientre a su cachorro, pero no porque ella fuera su compañera.
— Debiste haber escuchado mal, ella no puede ser su luna, no puede ser...
— El Alfa se puso como loco, el aroma de la habitación aclimatada, y la sangre que ella dejó en el piso fue suficiente para que él lo supiera. No hay dudas, incluso fue a buscarla a Transilvania, a su castillo, el mayordomo me dió un recado.
— ¿Qué dijo?
— El Alfa dijo que lo iba a encontrar, y que iba a pagar por haberse llevado a su luna y a su cachorro. Ese fue el recado que dejo para usted.
El rey de los vampiros sabía que esto cambiaba por completo las cosas, nadie que se atreviera a robarse una luna de un Alfa y sobre todo de un lobo tan poderoso como lo era Damiano Gambino, vivía para contarlo, ellos eran posesivos, obsesivos con tener a su pareja a su lado, ellas eran su todo, incluso preferían morir antes