No quería que Letty tuviera por más tiempo esa mirada triste, quería hacer algo por ella, que sonriera abiertamente y sin miedo.
Ella observaba todo a su alrededor curiosa, pero podía sentir su incomodidad. Así que intenté restarle tensión al ambiente colocando música instrumental, saqué una silla para ella y la invité a sentarse, pero se rehusó.
—¿Qué pasa?—pregunté confundido.
—Quiero ayudarte.
—Hoy eres mi preciosa invitada, toma asiento, por favor.
Entonces ella puso sus ojitos de perrito abandonado y supe inmediatamente que estaba jodido. Jugó esa sucia, pero astuta carta conmigo y yo caí rendido a sus pies.
En el futuro, no la podré dejar salir de mi cama si se sigue sonrojandose de esa manera.
—Está bien—suspiré resignado—, ¿vas a cocinar o cortar?
—Yo cortaré los vegetales que necesites y tú cocinas, ¿qué te parece?
—Muy bien. Estoy a sus órdenes señorita.
No podía contener los impulsos que me llevaban hacia ella, hacerle daño no estaba en mis planes, pero quería volverla