Me desperté desorientada, tenía la intravenosa puesta nuevamente, pero en la mano y apenas podía abrir los ojos.
Cuando todo lo que ocurrió vino a mi mente, abrí los ojos de desmesuradamente y la realidad me golpeó. Estaba sola en la habitación y empecé a llorar como niña pequeña.
No podía calmarme, quería saber de Edward. Tomé mi teléfono y lo llamé, pero no contestó, de la impotencia que sentía tiré el teléfono lejos, me sentía inútil y a la vez preocupada por mi amor. Rápidamente la puerta se abrió y entonces pude ver a mi esposo y su cara era de preocupación.
—Amor, ¿qué ocurre? ¿Por qué lloras?
Está preocupado, lo siento en su voz. Llega rápidamente en mi dirección, me abraza y me permito llorar abiertamente en sus brazos.
—Estaba preocupada por ti, no quería que nada te pasara, cuando desperté no estabas a mi lado y me asusté. Y-yo…
—Tranquila, mi cielo. Aquí estoy.
—Pensé que te habían llevado preso.
—Solo era para que no nos agarráramos a golpes nuevamente cariño. Estuvi