Se asustó Cecilia: —Bosco, tranquila.
Ahora estaba borracho, y los borrachos no tenían sentido común, por eso, a Cecilia le preocupaba lo que iba a hacerle.
Sin duda, su resistencia fue recompensada con un trato más fuerte por parte del hombre.
El piso no era grande, y de la puerta principal a la cama había menos de diez metros.
Pero él ni siquiera estaba dispuesto a recorrer esa distancia, directamente le sujetó la cara y volvió a besarla.
Cecilia retrocedió para evitarlo: —no me toques.
Quiso apartarlo, pero era tan fuerte él que ella no podía zafarse de su mano.
No continuó besándola, sino mantenía esta posición, mirándola.
Vio que Cecilia estaba lleno de disgusto, y si no le hubiera sujetado las manos a la espalda y no hubiera podido soltarse, Bosco sospechaba que no habría dudado ella en abofetearle de nuevo.
Una risa suave se derramó de su garganta mientras pellizcaba la cara de Cecilia, obligándola a enfrentarse con él.
Los besos impermeables se posaron en su rostro, dejando las