Cuando Bosco llegó al club Nochecoloral, los demás ya estaban.
Carlos echó un vistazo a su traje y a la corbata. —No acabas de salir del trabajo ¿verdad?
—Sí.
—Tu esposa va a divorciarse de ti, ¿en quién te vas a gastar todo ese dinero ? ¿Quieres meterlo en tu ataúd cuando te mueres?
—No tiene nada que ver contigo.
Carlos se calló.
Y Bosco se sentó a su lado, y al otro lado, estaba Criz.
Levantó la copa hacia Criz, mientras el líquido de color ámbar se mecía en la luz oscura: —haz que Cecilia se vaya de tu piso.
A Criz no le sorprendió que lo supiera, y no pensaba guardárselo: —Bosco, ¿en serio? Es una chica, y es muy peligroso quedarse en la calle por la noche.
Dijo ligeramente, con la advertencia implícita: —esto es mi asunto privado, Criz, no debes intervenir.
Criz frunció el ceño, ya no tenía la cálida sonrisa habitual: —Por eso, no deberías tratarla de tal manera.
Bosco, enfadado, dijo con frialdad: —¿te importa lo que le haga yo?
El ambiente se volvió tenso.
Criz se encontró con