La arrogancia de Cecilia se apagó instantáneamente, pero insistió: —tienes que quedarte en el hospital.
Había pensado que Bosco seguiría negándose, pero se limitó a permanecer sentado en silencio, sin decir nada.
El departamento de hospitalización estaba en el edificio de detrás, y Bosco iba a vivir en una habitación individual.
Preguntó Cecilia: —¿te contrato un cuidador?
—No estoy acostumbrado a que me miren los extraños mientras duermo.
—Entonces haré que esté a la puerta y podrás llamarle si necesitas algo —Cecilia bostezó mientras le entraba un poco de sueño.
Bosco la miró con frialdad: —¿crees que tengo fuerzas para llamar a alguien estando conmocionado?
Dijo Cecilia impaciente: —tienes conmoción, pero no eres mudo…
Antes de que pudiera terminar la frase, la interrumpió una voz procedente de la puerta.
—Bosco.
Vino Lidia.
Miró la gasa pegada a la frente de Bosco y se aseguró de que realmente era como había dicho Juan, y de que no había ninguna otra lesión, reprendió, —¿cómo puede