Narrado por Kyler Miller
—Señor Miller.
El sonido de la voz de mi secretaria me sacó del abismo de mis pensamientos. Levanté la mirada. Kimberly entraba en mi oficina, con su habitual vestimenta de negocios que no dejaba de ser provocativa: camisa de seda blanca, falda negra que desafiaba la decencia, y el cabello ondulado atado con esa perfección calculada. Los lentes sobre el puente de su nariz no hacían más que aumentar el peligro.
Trabajar con tu ex amante es un error, especialmente cuando ella se siente con el derecho de sermonearte. Dejó una taza de café en la esquina derecha de mi escritorio y un sobre amarillo en el centro.
—¿Qué quieres, Kimberly? —gruñí, frotándome la sien con el dedo índice, intentando aliviar la resaca de la noche anterior con Mía.
—Un café para tu resaca. Y esos documentos son del señor Stiller. Los envió esta mañana. —Notó mi seriedad inmediatamente. —¿Pasa algo malo, Kyler?
—Nada que te competa. Solo déjame en paz, no estoy para nadie hoy.
—Pero... —Intentó acercarse, su rostro marcando una preocupación que no sabía si era genuina o parte de su actuación diaria.
La miré con una frialdad que la hizo retroceder. Cerró la puerta de golpe tras de sí, el sonido resonando en el silencio opulento de mi oficina.
Mis ojos se fijaron en el sobre amarillo. Su contenido era el arma que cambiaría mi vida, la de mi familia y, sobre todo, la de la familia Stiller. Sonreí con amargura. Tomé un sorbo de café negro y caliente, mientras mi mente se hundía en el recuerdo de la decisión que me condenó.
Flashback: El Intercambio con el Diablo
Estaba inmerso en una montaña de documentos, balances y estados de cuenta. El olor a tinta rancia y deuda era el perfume de mi nueva realidad. Llevaba días sin dormir, intentando coser los agujeros negros que mi padre dejó en nuestras finanzas.
—Hijo, deberías descansar —dijo mi madre, sentada frente a mí. Su rostro era la viva imagen de la derrota.
—Mamá, no puedo descansar. Si lo hago, perdemos todo.
—Deberías admitir que estamos en bancarrota. No es tu culpa. Tu padre nos dejó así —Las lágrimas se asomaron en sus ojos. —No eres responsable de todas las decisiones que tomó.
Me quedé en silencio, mi única opción. Sabía que cada palabra suya era verdad, pero mi orgullo y mi odio me impedían aceptarla. Ella se levantó para irse, pero se detuvo en el umbral de la puerta.
—No dejes que el odio y la venganza se apoderen de ti, Kyler. Sé feliz, sigue adelante, cumple tus sueños, enamórate, forma una vida.
—Hasta que no devuelva el mismo daño que le hicieron a mi padre, no estaré tranquilo, mamá —respondí, mi voz áspera. Ella solo me regaló una sonrisa triste antes de desaparecer.
La felicidad se había ido con mi padre. Éramos una familia unida, él era el líder respetado de una cadena hotelera próspera. Pero todo se había desmoronado, y ahora yo cargaba con el peso de su negocio y la salud de mi madre.
El sonido de la puerta volviendo a abrirse me interrumpió.
—Mamá, ya te he dicho que... —Levanté la mirada.
—Oh, lo lamento, no soy tu madre —dijo un hombre con un traje cortado a la perfección, una corbata de seda, y una sonrisa de tiburón. Era
Julián Stiller. —Veo que está luchando contra la marea para levantar su negocio.
Mi sangre se congeló y luego comenzó a hervir. Él. Uno de los culpables. El rostro de la hipocresía política. Me levanté.
—¿Usted es?
—Mi nombre es Julián Stiller. Creo que debió escuchar ese nombre —Dijo, su tono arrogante.
Mi rabia se acumulaba, pero antes de que pudiera hablar, él me interrumpió.
—Soy alguien que siempre va al grano —Me observó.
—¿Le debía dinero mi padre? Si es así, yo le pagaré todo lo que le debe, no se preocupe.
—Sí, me debe. Pero esa cuenta no me interesa tanto como un acuerdo que tenía con tu padre —Me entregó un documento doblado con la misma pulcritud de su traje—. Léelo.
Abrí el sobre. La firma de mi padre estaba allí. Mis ojos recorrieron el texto rápidamente, hasta que mi vista se clavó en la cláusula principal.
> Acuerdo de Fusión de las Empresas Miller y Stiller.
> Mediante este documento queda como principal cláusula para cumplir esta fusión el casamiento entre Stiller Mía y Miller Kyler.
> Cláusula de confidencialidad: La señorita Stiller Mía jamás deberá saber la verdad por ningún medio. Para ella, será un matrimonio real.
> Cláusula: El señor Miller jamás podrá maltratar físicamente a la señorita Stiller.
> El casamiento será por un tiempo interminable. Deberá haber al menos un heredero en este matrimonio.
> Si no se cumple este contrato, todos los bienes (valorizados en otro documento) pertenecerán al señor Stiller.
>
Dejé de leer y miré a Stiller. Mis manos temblaban.
—¿Está comprando un esposo para su hija?
—Algo así. Tu padre murió en deuda conmigo, y lamentablemente firmó este contrato no como individuo, sino como jefe de las empresas. Ya recibió una suma importante de dinero.
—¿Qué es lo que quiere de mí?
—Quiero seguir con este acuerdo, contigo. Claro, cambiando algunos detalles. Yo te sacaría de todas las deudas de tu familia, te ayudaría a ser el CEO que fue tu padre, te daría mi apoyo político y financiero.
—¿Y si no acepto? —Mis puños estaban cerrados.
—Entonces tu familia estaría eternamente en deuda conmigo. Y me temo que tu madre tendría que despedirse de su casa. Sé que está muy delicada de salud, ¿no es así? —Su chantaje fue un golpe bajo y sucio. Apreté la mandíbula—. Mi hija no es mala. Solo quiero conseguirle a alguien que esté a su altura.
—¿Por qué yo? —Lo miré con rabia pura.
Él se encogió de hombros, indiferente. En ese momento, vi la debilidad de Stiller: Mía. Su punto más preciado.
Esa fue la semilla. Desde hace un año he trabajado incansablemente, usando el dinero y los contactos de Stiller, para levantar mi negocio y estar en posición de vengarme. Jamás imaginé que sería tan fácil que él me entregara a su bien más preciado, su hija. Mía sería la ficha de mi ajedrez.
Decidí no leer el sobre de Stiller, aún no. Tomé mi celular. Recordé que Mía comentó anoche que hoy comenzaba la facultad de Medicina. Mi plan de venganza debía ser quirúrgico.
—Bueno, Kyler, vamos a llamar a Tyler para saber si la ha visto hoy —Suspiré, riéndome por mi soliloquio. Marqué el número de mi primo, Tyler Miller, el estudiante de Medicina. Repicó tres veces y contestó.
—¿Qué necesitas? —El tono de Tyler era serio.
—¿Mal día? —Me burlé—. Necesito tu favor.
—Depende.
—Te enviaré una foto por W******p para saber si has visto a esta chica hoy. Está en tu universidad.
—En lo que tenga tiempo, Kyler. Envíala —No esperó mi respuesta y cortó la llamada. Siempre ha sido así.
Miré mi escritorio y tomé un libro de poesía de mi padre. Leí la página que tenía marcada, las palabras resonando con un dolor que no me abandonaba.
> Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
> Del cielo se abre como una boca de muerto.
> Tiene mi corazón un llanto de princesa
> Olvidada en el fondo de un palacio desierto...
> Tengo Miedo de Pablo Neruda.
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