Capítulo 111

Laurita, no paraba de llorar también la tenían amarrada y sus ojos vendados, no sabía a donde la llevaban, ni cuál era el destino de su suegra.

«Por favor que no me hagan daño» iba repitiendo en su mente, repitiendo todas las oraciones que el Padre Fausto, le había enseñado.

Casi al anochecer el vehículo se detuvo en medio de un bosque, la obligaron a bajar de la camioneta, y después a la fuerza la llevaron a una cabaña abandonada. Le quitaron la venda de los ojos, fue grande la sorpresa de la muchacha al encontrarse con su esposo también amarrado a una silla, los condujeron a una habitación en donde los encerraron.

—No llores Laura, encontraremos la forma de salir de esto no te preocupes —trató de tranquilizarla Ignacio.

—Nos van a matar —exclamó ella con mucho temor.

—No digas eso Laura, no nos van a

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