Capítulo 15. Estancado

Dejamos el tema delicado a un lado, y la seriedad se esfumó como si nunca hubiera existido en primer lugar. Me llevó a desayunar a un lugar selecto en el hotel, solo nosotros dos en toda  la terraza. La vista era espectacular. 

“Señorita,” el mesero llegó con un pequeño postre creado especialmente para mí. Estaba delicioso, un pastel de trufa de chocolate que se derrita en mi boca. 

“Gracias, todo estuvo estupendo.”

Albert me respondió con una pequeña sonrisa, “ven.”

Se recargó en la silla y extendió su brazo con la mano abierta hacia mí. La tomé, y rápidamente, cambie de asiento. Ahora ya no estaba sola en esa pequeña silla, ahora me acompañaban unas piernas elegantes y fuertes, y un pecho que me volvía loca. 

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