No se puede ser amigo de una mujer cuando se puede ser su amante.
Anónimo.
Por fracciones de segundo, Theresa pensó en todos los problemas y consecuencias que ocurriría de aceptar la propuesta de Michael, pero miró sus hermosos ojos llenos de deseos, de un deseo que ella había despertado y supo que pasar una noche en sus brazos valía la pena soportar cualquier dificultad, aunque no podía ocultar su temor.
— No sé si esto sea buena idea — le susurró sinceramente.
— Confía en mí...
Ella envolvió sus brazos alrededor de él y lo abrazó fuertemente. Michael hundió el rostro en su cabello mientras sus brazos se curvaban en su espalda. Luego la tomó de la mano y caminaron hacia la mansión.
— ¿Para dónde vamos? —preguntó ella.
— Para mi habitación.
Ella apretó su mano en señal que estaba de acuerdo, entraron a la casa y subieron por la escalera de servicio, para que nadie pudiera verlos. Al llegar a la recámara, él le indicó a Theresa que entrara, luego cerró la puerta tras él. El aposento de