Capítulo 23.
La limpieza solo de mi cuarto me llevó al rededor de veinte minutos.
Veinte minutos en la que me dediqué a planear cómo quitarle los pelos a cada uno de esos pumas de la forma más dolorosa posible.
Se habían metido con mis pocas y valiosas posesiones.
Después de que terminé de colocar en bolsas de basura los destrozos, las lágrimas comenzaron a brotar sin control.
Esta era una casa llena de recuerdos. Por eso que me resistía a siquiera cambiar el color de las paredes.
Mi familia aún vivía a través de ese armario, de esa lámpara, de esa ventana... y me los arrebataron. Era como si hubieran muerto de nuevo mientras yo lo presenciaba.
Y a pesar de que, como bien había dicho el tipo de traje, sus asuntos no eran conmigo, no culpé de ninguna manera a Esteban. Ni siquiera lo resentí cuando simplemente se quedó en mi cama siendo espectador de la destrucción.
Si era racional conmigo misma, no es como si él los hubiera llamado. O como si él tuviera problemas con los pumas porque los había busc