- ¡No te atrevas!
- Ya no estoy sola, Gabe. Mi padre aún no se ha recuperado del todo de la paliza que le dieron y todavía intentó defenderme de ti. Pero Jorel está preparado para todo. No dejaré que me humilles más. ¡Se acabó aquí y ahora, Gabe! Sigue con tu venganza, ve hasta el final. Pero no me usarás más. Ya tuve suficiente.
Diciendo eso, se marchó sin más, dejándome allí, sola, sin importarle qué acción tomara, como si apoderarse de la casa y los muebles de su padre ya no fuera un problema. Poco sabía ella que Jorel no tenía donde caerse muerto y que no la ayudaría económicamente. Dependía de mí tanto como ella y los Abertton. Y si mi hermano seguía haciéndose el salvador de los débiles y oprimidos, le diría a todo el mundo que se había vendido a cambio de una asignación.
Jorel se quitó los zapatos y los pantalones, dejando al descubierto los calzoncillos negros que llevaba debajo, sin importarle que todas las mujeres estuvieran allí.
- No te importa, ¿verdad? - Sonrió mirándola