—No vas a entrar? –le preguntó Nina a Daniel, sentada en el asiento del pasajero de su auto y frente a la entrada del edificio donde tenía su apartamento. Daniel la había traído hasta aquí luego de que la velada al fin terminara, y ella estaba esperando que Daniel decidiera entrar con ella y pasar la noche juntos.
—Creo que no.
—Vamos, Daniel…
—Otro día.
—¿Es una promesa? –él sonrió.
—Sí, es una promesa.
—Vale—. Se acercó a él y besó sus labios. Daniel se dejó besar, tenía los ojos cerrados, y el estómago hecho un nudo aún.
—¿Te puedo llamar mañana?
—Claro, siempre que quieras—. Nina soltó una risita feliz, y volvió a besarlo.
Cuando al fin entró, Daniel puso el auto en marcha y s