Marina
— ¡Hey! ¿Te ibas sin despedirte de mí? —dice Bruno, deteniéndome justo en la entrada del castillo. Desde el primer momento en que coloca una mano en mi brazo, siento como mi loba me suplica quedarme con él.
— ¡Mate, es tan maravilloso! —susurra en mi cabeza, y no puedo contradecirla.
Desd