Sofía y Álex estaban acostados uno al lado del otro en la cama, separados por una hilera de almohadas que marcaba la frontera entre ambos. Un silencio incómodo llenaba la habitación.
"Sofía", comenzó Álex suavemente, rompiendo la quietud.
"Hemos compartido momentos íntimos y conozco cada centímetro de tu cuerpo. ¿No te parece ridícula esta barrera?"
Ella guardó silencio.
"¿No te parece algo infantil? Ambos somos adultos".
Pero ella seguía sin responder.
"¿Ya estás dormida?", susurró con un leve tono burlón.
Sofía reprimió las ganas de contestarle con un "Sí, así que cállate, por favor", pero se contuvo y siguió fingiendo estar dormida.
"Está bien", murmuró Álex después de un rato. "Oye, ese medallón que me regresaste... es lo único que me conecta con mis padres. Muchas gracias".
La sinceridad de Álex conmovió a Sofía. Aunque sus padres le habían enseñado a ser siempre agradecida, contuvo el impulso de responderle y continuó con su farsa.
Tras otra pausa, Álex volvió a hablar: "Sofía, l